La tarde cae en calma, el agua tibia y transparente acaricia nuestras pisadas. Las huellas se desvanecen sobre nuestro andar en las arenas blancas. Una palmera intenta recostarse sobre el mar, pero por más que se esfuerce no puede.
Se hace tarde, es momento de salir de la playa para adentrarnos en la aldea. El sendero angosto de adoquines del siglo 15 nos envuelve transportándonos en el tiempo, estámos solos, caminando en un lugar donde ha cada paso nos sorprende y nos resulta extrañamente hermoso.
El silencio nos invade, nos llega. No me resulta extraño, es más, creo que lo estábamos esperando. Como una brisa me acaricia y me penetra, pero esta vez es diferente. Me detengo, te detienes. Me miras a los ojos y me susurras al oído: Ya es hora…
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