jueves, 19 de mayo de 2011

Juliana Gorostegui escribió...

Un domingo casi feliz
Lo vi a Silvio, el legendario conductor de las tardes domingueras enfundado en un traje camel a cuadrillé caminar hacia la escenografía iluminada del podio, donde se encontraba la urna transparente giratoria que contenía las 27 llaves. Solo un estudiante sería el afortunado de escojer aquella que le daria a él y sus compañeros el viaje soñado a Bariloche.
Mientras esperaba por ese momento culmine de la tarde, mis manos sudorosas apretaban el papel plastificado con el número ocho de la letra times, pasaporte al premio mayor. Ya por última vez ví la luz roja del cartel “en el aire” encenderse. A pocos metros de subir los escalones del podio sentí mi garganta seca. Estaba nerviosa. Temía no poder recordar el nombre de mi colegio, ni la cantidad que eramos en la división. Respiré profundo y dirigí rapidamente mi mirada al asistente que ubicado a la izquierda de Silvio fuera de cámara me indicaba con señas que la llave ocho sería la próxima, en ese momento mis palpitaciones se aceleraron y comencé a avanzar lentamente envuelta con la bandera colorida como cábala y con el brazo en alto saludaba, aquel sector de la tribuna donde mis compañeros con cánticos desentonados me alentaban sin parar. De repente una explosión me paralizó y vi a Silvio saltar repetidas veces entre lluvias de papelitos blancos mientras cientos de estudiantes de todos los colegios se hacían dueño de la escenografía para dar cierre aquella jornada en la que me sentí tan cerca de la suerte.

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